miércoles, 24 de julio de 2013

CELLO CONSTRUIDO EN EL AÑO 2012

Este vilonchelo fue construido en el año 2012, utilizando maderas de primera calidad: abeto para la tapa y arce rizado (flameado) para el fondo, aros y mango.
 
Lo realicé bajo la dirección del maestro José Ángel Chacón y Chico Chacón, en su Escuela de Luthería Malagueña.
 
La plantilla a partir de la cual construí el molde corresponde a un modelo de Stradivarius, tamaño 4/4.


Dimensiones del violonchelo:

Longitud:                        756 mm
Ancho arriba:                  341 mm
Ancho centro:                 230 mm
Ancho abajo:                   446 mm
Altura de los aros:       116/119 mm
Longitud cuerda vibrante:       695 mm


La madera utilizada es abeto para la tapa y arce rizado (flameado) para el fondo, aros y mango; los elementos interiores, como son tacos, contrafajas y barra armónica son igualmente de abeto. Las encoladuras han sido realizadas procurando una perfecta unión entre las piezas. La cola utilizada para las encoladuras es cola natural de origen animal.
Los tacos se sitúan en los extremos superior e inferior, donde se realiza el encastre del mango y se coloca el botón del cordal o la pica, respectivamente; así como tacos en las cuatro puntas del instrumento. A estos tacos van encoladas las fajas o aros. A su vez, a lo largo de los aros, tanto por la parte de la tapa como por la parte del fondo, van encoladas unas tablillas de madera de abeto, llamadas contrafajas, cuya función es reforzar la unión, así como ampliar la superficie de encolado de ambos platos a los aros.
Cuando estas encoladuras se han ejecutado correctamente, no se despegarán, evitando con ello indeseables y molestas vibraciones, que tanto incomodan al músico cuando aparecen.
En esta fotografía podemos ver el taco inferior, con el taladro ya realizado para alojar la pica.




En la talla de la tapa y del fondo ha de conseguirse una superficie de la bóveda perfectamente uniforme y sin abultamientos; particular importancia reviste, a este respecto, el realce. El realce es uno de los puntos que mayor dificultad conlleva en la talla de tapa y fondo, para alcanzar con éxito un resultado elegante y hermoso; se puede hacer más o menos profundo, yo en particular soy partidario de hacerlo profundo, aunque resulta más laborioso y comprometido, pero ejecutado con habilidad, el resultado merece la pena y se consigue realmente “realzar” la figura. Es aquí donde se manifiesta la verdadera pericia del artesano, pues ha de resultar un realce continuo y homogéneo, que visto al reflejo de la luz (donde se manifiestan todos los detalles y defectos) ofrezca una continuidad sin perturbaciones.
 
 


Los filetes se incrustan a lo largo del borde de tapa y fondo, y deben ir a una separación de éste, constante y uniforme en toda su longitud. Cumplen una doble función: en primer lugar, sirven de elemento de unión o "costura" perimetral, y en segundo lugar, suponen una fractura que libera de rigidez, de algún modo a la tapa, justo en el punto de encolado a los aros. La dificultad mayor se encuentra en la ejecución de las puntas. Famosa es la destreza de los grandes maestros en la resolución de las puntas, en especial Stradivarius, que se ha convertido en modelo para infinidad de lutieres a lo largo de la historia.

 












Con el vaciado damos el espesor definitivo al fondo y la tapa. Dar un correcto espesor, en especial a la tapa, tiene gran importancia para las prestaciones sonoras del instrumento. Para definir estos espesores intervienen varios factores, que ha de valorar el luthier, como son la densidad de la madera, su dureza, flexibilidad (pues estas propiedades físicas no son constantes de unas maderas a otras, aún tratándose de la misma especie: el abeto para el caso de la tapa) y también su relación con los demás elementos, como son la barra armónica, el alma, etc. Por lo tanto, los espesores definitivos se definen de manera específica para cada instrumento, resultando por ello piezas únicas.



 
La barra armónica es una tablilla de madera de abeto encolada a la tapa por su parte interior, y que sirve de refuerzo para darle mayor rigidez o resistencia, justo en el apoyo de la pata izquierda del puente (zona de los graves: 3ª-4ª cuerda), y evitar que la tapa se hunda por la presión; si bien, no por ello debe impedir o dificultar la libre vibración de la tapa, por lo que debe tener unas dimensiones (grosor, altura,..) ajustadas para satisfacer ambas exigencias. Estas dimensiones están relacionadas, como decía antes, con el propio espesor de la tapa.
 

La ejecución de las efes ha de hacerse con precisión, de manera que las líneas de su contorno sean uniformes, resultando una arista, con la superficie de la tapa, limpia y perfectamente perfilada. Ambas efes deben quedar simétricas respecto al eje del instrumento.

Por el canto de las efes puede verse el espesor de la tapa, se debe apreciar que este espesor es homogéneo, sensiblemente, en todo el borde.
Para este violonchelo las efes diseñadas corresponden a un modelo inspirado en Stradivarius.
 

 








El conjunto mango-clavijero-voluta va encastrado a la caja del instrumento por su parte superior. El mango, y adosado a él el batidor, también llamado diapasón o “trastiera”, debe posicionarse con su eje longitudinal perfectamente coincidente con el eje longitudinal de la caja, visto frontalmente.
En una vista lateral el diapasón tiene una determinada inclinación, de manera tal que una vez colocadas las cuerdas a la separación adecuada sobre el batidor, al apoyar sobre el puente, la altura de éste resulte de aproximadamente 90 mm.
El clavijero alojará, a través de los taladros cónicos laterales, las clavijas que han de servir para recibir las cuerdas y poder proceder a su afinación.
La voluta o rizo es el elemento que corona superiormente el mango. No interviene, en modo alguno, en el sonido del instrumento, ni tampoco desde el punto de vista mecánico, siendo su función puramente ornamental, por lo que, tradicionalmente, su diseño y ejecución se han considerado libres, y el luthier puede aprovechar para imprimir su sello personal, así como su destreza, pericia y maestría en su ejecución. De esta manera encontramos muchos instrumentos rematados con la talla de cabezas de personas, animales, angelotes, etc.; pero, sin embargo, la talla más común para este remate es la conocida voluta o rizo (riccio en italiano). Su construcción debe resultar perfectamente simétrica vista frontalmente, así como desde la parte posterior, en todas las vueltas de la espiral. Visto lateralmente dicha espiral se desarrollará en una línea perfectamente continua y homogénea, sin abultamientos ni achatamientos, en definitiva debe resultar elegante.


El instrumento se concluye con la aplicación del barniz, cuya función es proteger la madera del instrumento, y se hace imprescindible, pues de lo contrario, el instrumento no barnizado se degradaría en poco tiempo. El barniz no proporciona cualidades acústicas, pero si no aplicamos el barniz adecuado, entonces sí que podemos perjudicar acústicamente el instrumento.

Un barniz es una disolución de sustancias resinosas y/o aceites en un disolvente, que al secarse o volatilizarse deja una fina película adherida a la superficie de aplicación. Adicionalmente pueden incorporarse otros ingredientes en el barniz para conseguir distintas finalidades, como colorantes, sustancias que agilicen el secado, o productos que faciliten la posterior aplicación. Los barnices pueden ser de origen natural o sintéticos. En lutería se usan los de origen natural.

Las cualidades que debe cumplir un buen barniz, aplicado a instrumentos musicales, serían las siguientes:

-      Adherencia; para que quede bien unido a la superficie.
 
-      Transparencia; que permita apreciar la belleza del veteado de la madera, así como el “flameado” en el caso del arce.

-      Dicroísmo; que ofrece matices de color, y reflexiones diferentes en función de la inclinación de la luz al incidir sobre la superficie.

-      Durabilidad; para que pueda resistir, sin alterarse sustancialmente sus cualidades (dentro de lo que permita el efecto inexorable del paso del tiempo), por muchos años, e incluso siglos, siempre que el instrumento se mantenga adecuadamente.

-      Flexibilidad; para que el instrumento (la madera, en especial la tapa) no encuentre un impedimento en el propio barniz a su libre vibración.

-      Dureza o resistencia mecánica; es decir, que pueda soportar la manipulación normal del instrumento sin rayarse o arañarse con demasiada facilidad.

Estas dos últimas propiedades, muy importantes, resultan antagónicas entre sí, y representa para el luthier una de las mayores dificultades a la hora de confeccionar un buen barniz.

En lutería se utilizan habitualmente dos tipos de barniz: al alcohol, y al aceite; pero siempre de origen natural.
 
Para este violonchelo se ha aplicado un barniz al aceite, con una combinación de resinas naturales (duras, blandas, etc.) para obtener un resultado final que satisfaga las cualidades antes mencionadas.
 
Al final, lo más importante de un instrumento es su sonido, sus prestaciones acústicas, pero ¿qué son éstas sino la consecuencia de una correcta ejecución de cada uno de sus elementos; sino el resultado de la habilidad, del conocimiento, la sabiduría y la maestría del luthier, en el trabajo sobre ese material tan hermoso que es la madera? ¿qué es sino el fruto del cariño, y más diría, del AMOR puesto por el luthier en este noble oficio?








Galería de fotos 1. Cello montado en blanco.




Galería de fotos 2. Cello barnizado.